Missing You, Tina

Muere Tina Turner, blog Iker Elduayen
Tina Turner murió ayer a los 83 años. 

A estas altas horas de la madrugada, el último post en la cuenta oficial del Instagram de Tina Turner lleva más de ochocientos treinta mil "me gustas". El texto que anunciaba ayer el fallecimiento de la reina del rock and roll fue compartido por miles de navegantes que, en segundos, hicieron viral la noticia de su muerte. Así que aquí estoy, con The best en bucle, escribiendo este texto, que no sé muy bien cómo publicitarlo: obituario, homenaje, desahogo, reivindicación o agradecimiento (véase como se quiera). Hay tanto que agradecer a Turner que una efímera entrada de blog se queda corta. Más allá de esa música, esas canciones, esos himnos que ya perdurarán para siempre en nuestra memoria auditiva y visual (para quienes también acostumbramos a ver sus actuaciones, quizás su soltura escénica fuera uno de sus fuertes, no lo sé), queda una historia de superación personal que tiene que ser contada. De hecho, lo ha sido ya, en películas, musicales y demás homenajes a la artista. Incluso por ella misma, en varios prodigiosos tomos de memorias que han retratado la crudeza de una biografía horrorosa y atormentada por el machismo, la violencia, el terror y el racismo más mísero.

De niña buscaba el cariño de los animales porque éstos eran los únicos capaces de propiciarle la reciprocidad que una pequeña tan amorosa requería. Su madre huyó de las tundas que le propiciaba su marido y éste dejó tirada a su familia, lo que hizo de la infancia de Anna (que así se llama, Anna Mae Bullock) una etapa migrante, nómada: de casa en casa y en la búsqueda del calor familiar, algo que nunca llegó. Ni siquiera cuando, con tan sólo dieciséis años, se quedó embarazada y sus parientes le abandonaron, le expulsaron de sus vidas, obligando a la joven a mudarse con el padre de su hijo. De camarera dicharachera en un soporífero antro de Sant Louis conoció a Ike Turner, el entonces líder de Kings of Rhythm que, desde el primer instante en el que necesitaban coristas entre el público y ella se ofreció, apostó por ella. Su delgadez no iba a resultar atractiva en una industria más que colmada de músicos semejantes, por lo que Ike convirtió a Tina en una atractiva, vistosa, eléctrica y enérgica negra que llamase la atención al público blanco

Ella era la voz y él el músico. El tándem perfecto que lo vendía y cantaba todo. Incluso hicieron de teloneros del mismismo Mick Jagger (después íntimo de Tina) a quien, según ella, enseñó a moverse porque tenía menos ritmo que su pandereta. Pero detrás de un éxito arrollador, se escondía una penosa historia de violencia machista, porque Ike Turner maltrataba a la después consolidada diva. "Estaba tan desesperada que incluso intenté suicidarme con Valium. Y cuando estuve en el hospital, Ike vino a verme y me dijo: "Eres una hija de perra. Es mejor que no hayas muerto porque así podré matarte yo". Así se pasó catorce años, atada a un maltratador que le convirtió en idónea vendedora de talento desde su matrimonio en México, en 1962, hasta su divorcio, dieciséis años después. 

Decide romper con todo y emprender, sola. La decisión de dar por finiquitado su matrimonio le costó otra brutal paliza y, pese a deudas y miles de marrones que se solventaron con el tiempo, estaba decidida. Empezó a limpiar moteles, casas, a cantar en clubes de segunda... Siempre con las palabras de su expareja en mente: "Yo te he creado y sabes que sin mí no eres nada". El terror se apoderó de ella hasta que (¡le costó!) pudo deshacerse de ese lastre. Pero necesitaba el apellido. Como Turner se había vendido y había tanto en juego, que no se pudo permitir el poder ponerse otro apellido con el que empezar en solitario.

El resurgir se lo debe a Roger Davies, que tampoco es que apostase mucho por ella porque eso de tener que levantar de nuevo a una cuarentona... Pero le vio actuar, en directo, y le atrapó. La discográfica no se lo puso nada fácil. Ni quería a una señora de cuarenta años ni tampoco a una negra que parecía ya estar agotada y relegada a la típica vieja gloria que deambulaba de bar en bar y vivía al día. Fue un auténtico infierno rutinario grabar sus primeras canciones que, en tan sólo un año, le consagraron. 

En 1984, volvió a ser una diva del rock

Fue número uno con What's Love Got To Do With It y se alzó con la friolera de veinte millones de copias vendidas de su álbum de estudio Private dancer. Una mujer que evolucionó a empoderarse como mujer revolucionaria, decisiva, lúcida y fuerte. Esa madura que se replanteaba su carrera a la mitad de su vida tenía un pasado que debía saberse y, a su vez, podía ayudar a miles de mujeres que jamás se habían atrevido a verbalizar nada. Yo, Tina, sus primeras memorias, sirvió para eso. Consiguió que el éxito de Grammys, estadios hasta el tope, discos y cifras fuesen la recompensa a una vida explotada, vejada y muy poco bien tratada. Pero esto no significa que ella no tuviese el talento y la capacidad suficiente para atraer fieles mediante su música. Al contrario, el ritmo cambió gracias a Tina Turner, la primera mujer en vender más de 40 millones de copias, la primera negra en salir en la MTV y reversionar lo que entonces conocíamos como rock. 

En 1993 aportó para que se hiciera una película sobre su vida, a lo que años después sumaría su propio musical, que le retiró de su ansiada jubilación en los últimos años. Tal y como le predijo su astróloga de confianza cuando era joven, se trasladó a Europa, a Suiza exactamente, en 1995, donde ayer falleció a los 83 años. Hace 13 decidía partir de gira por última vez y contar su historia en un espectáculo musical propio en vivo: "Nada puede superar la energía de un concierto. Los disfruté muchísimo, pero ya no los echo de menos", decía a Vanity Fair en 2021. Se va una estrella que parecía inmortal, una voz que pensamos que jamás dejaría de sonar, una mujer a la que sí echaremos de menos por ser, "simplemente, la mejor".